Flores en el desierto

Enero de 2018

Ellas son como cualquiera de nosotras. Y no. Han vivido el racismo en su escala más infame. Les han negado historia, lengua y vestimenta, al tiempo que les arrebatan territorios, centros sagrados, ceremonias y recursos naturales. Empresas y gobiernos quieren sus aguas, sus montañas y sus vientos. Y ellas, hijas y nietas de mujeres guerreras, se atreven a vaticinar otro mañana para su pueblo y para el país entero, pues no hay día en que no pongan alma y cuerpo para defender lo que es de todos.

No son víctimas. Ni de poderes ni de costumbres. Pero sí están agraviadas. Desafían los destinos impuestos y han roto con tradiciones locales y globales para construir su propia historia. Son lo que son y lo que de ellas ha hecho la vida, dice Lupita, a quien los paramilitares le asesinaron a nueve familiares. A Rocío, Magda, Sara y Bettina, el gobierno las detuvo y encarceló por el delito de luchar y no dejarse, mientras que Gabriela enfrenta a la delincuencia marina, Myrna y Osbelia a la maquinaria que devora sus territorios, y Lucero a quienes les arrebatan sus plantas medicinales. Marichuy, sanadora y defensora, es su vocera y,  junto a ellas y otras más, pone la vida para construir un mundo más bueno, uno donde, como dicen los zapatistas, quepan muchos mundos, y donde el que mande, mande obedeciendo.

Su corazón es comca’ac, yoreme, coca, binnizá, nahua, tsotsil, mazahua, maya y kumiai, aunque no todas guarden la lengua. Padres y abuelos aprendieron a no enseñar, como dice Myrna, para evitarles maltratos en escuelas y ciudades. A Magda, el levantamiento zapatista la hizo recuperar sus trenzas, su enagua y sus palabras. A Rocío la hizo saberse indígena, en un pueblo que el gobierno dice que no lo es.

Todas son integrantes del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), estructura creada por el Congreso Nacional Indígena (CNI) para visibilizar sus luchas y llamar a la organización de los pueblos, indígenas y no, en una iniciativa respaldada por el EZLN que se inscribe en el proceso electoral del 2018, pero que no compite en ese esquema. La toma del poder no es lo suyo. Van por más. Van por todo. Es su tiempo.

El CIG está conformado por más de 200 indígenas de todo México, mitad hombres y mitad mujeres. Son producto de la decisión colectiva del V Congreso Nacional Indígena anunciada en diciembre de 2016. Detener la destrucción y fortalecer resistencias y rebeldías es su horizonte, la autonomía su aportación.

Este trabajo presenta sólo diez historias en distintos formatos. Son ellas, sus pueblos y sus luchas en representación de muchas más, incluidas las no indígenas.

Flores contra el mal en tierra que se piensa infértil. Si su voz es nuestra voz, también nuestro es su destino.

Gloria Muñoz Ramírez / Desinformémonos